domingo, 22 de agosto de 2010

Un último adiós

Ese siete de agosto hasta el cielo lloró la partida de Uribe. Ahora tenemos que llenarnos de valor y seguir adelante. Todos los que lo odiaron serán recordados como traidores de la patria, comunistas y blasfemos. Cómo no darle un último adiós a nuestro presidente, al único que fue capaz de decirle de frente y a puerta cerrada al omnipotente Hugo Chávez que sea varón, a ese que mostró su berraquera paisa por teléfono gritándole a la Mechuda “le voy a dar en la cara, marica” e incluso a Daniel Coronell, que parece intocable, le dijo miserable. Hoy recuerdo con nostalgia tantas peleas donde ganó la mano firme y el corazón grande.


Se fue el mejor hombre de la historia, de la patria boba, y de la guerra de las mil y una noches, el que logró confundir al gobierno con pueblo y a su nombre con Dios. Solo él supo en 8 años pelear con las altas cortes, con los gobiernos vecinos, con los ministros, con las organizaciones de derechos humanos y hasta con los periodistas ¡Bien merecido lo tenían!

Recuerdo con melancolía el día que estreché su mano y vi que sus ojos no mentían, ¿qué culpa hay en él de los falsos positivos y de unas cuantas “manzanas podridas” en el DAS? menos mal recibió la bendición en Roma del papa Benedicto XVI para librarlo de todo pecado y peligro.

Desde que Uribe dejó la “farsa de Nariño”, decidí todos los viernes hacer una hora de silencio por su ausencia, pero para no aburrirme recuerdo sus fluidez al hablar en inglés. Solo él logró superar las expectativas de Harvard y Oxford para hacer notar sus erres arrastradas y los proverbios paisas al mejor estilo americano que lo convirtieron durante casi una década en el campeón invicto de la confusión ante embajadores y presidentes.

Cómo olvidar a Uribe, al que en nombre de Oscar Tulio Lizcano se hizo esperar más de tres horas ante veinte mil indígenas y luego de treparse en un puente peatonal con megáfono en mano gritó y se despeinó para no ser ignorado. Desde ese día, gracias a su gesta, inició una dieta donde el desayuno está hecho a base de insultos.

También será imposible dejar atrás su faceta de maestro cuando le pidió al periodista argentino de la BBC de Londres que estudiara la historia de su país y dejara la democracia colombiana tranquilita. Solamente hasta ese día nos enteramos que nuestro querido presidente había hecho un doctorado en cortinas de humo.

Uribe, siempre quiso ser el Mesías y tuvo su cuarto de hora cuando decidió defender a Jorge Noguera, el chivo expiatorio de la infiltración paramilitar por el que puso sus manos al fuego, pues siempre fue para él un buen muchacho.

Hoy, después de tantas alegrías y buenos momentos nos despedimos del padre que se va. Ese que logró amparar con subsidios a las familias más necesitadas como la Dangond Lacouture y combatió sino la pobreza, por lo menos a los pobres. Por ahora queda en mis oraciones pedir para que algún día vuelva eso sí, solo cuando sienta que es “prudente” hacerlo.

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