domingo, 21 de noviembre de 2010

editorial: La igualdad que no llega

Esta semana se vence el plazo para que la Corte Constitucional  declare si en el país se aceptará o no el matrimonio entre personas del mismo sexo.  La simple consideración del tribunal es un avance ante el  fracaso consecutivo que ha tenido en el  Congreso  la ley a favor de la igualdad de derechos. Pese a que la Corte  ha ofrecido protección, no ha podido liberar a los homosexuales del estigma social y de las protestas que los señalan como  ciudadanos de segunda categoría, sumando los episodios de discriminación y maltrato a los que han sido sometidos muchos de ellos.
Aunque, las parejas del mismo sexo pueden apelar a sus derechos patrimoniales, acceder a los beneficios de pensión y  salud,  así como también  legalizar su unión, hasta el día de hoy sus deseos por casarse siguen siendo una utopía. Esta imposibilidad, más allá de las restricciones prácticas que posee, tiene consecuencias simbólicas de gran impacto, pues si se crean legislaciones paralelas se refuerza la idea de que aquellos que son ¢diferentes¢ necesitan de normas acordes con su naturaleza  para que encajen con las límites propios de su condición. 
Estos prejuicios no dejan de ser ridículos en un país como Colombia, donde aún  hay grupos ortodoxos que protestan en la Plaza de Bolívar y señalan  la unión de homosexuales como un pecado mayor. Sin embargo, en otras regiones la homosexualidad tiene su precio. En Irán por ejemplo, la atracción por una persona del mismo sexo es lo suficientemente grave como para merecer la pena de muerte, mientras en países como España y Portugal la orientación sexual ha ganado a grandes pasos  su lugar.
En Chile una jueza al declararse lesbiana perdió la potestad de sus dos hijas luego de que la Corte Suprema considerara como riesgoso para el desarrollo de las niñas la ausencia de un padre de sexo masculino y la presencia de una mujer bajo ese rol. Al respecto, un estudio reciente de la East Carolina University, en Estados Unidos, determinó que la orientación sexual de los padres adoptivos no tiene impacto sobre el desarrollo emocional de los hijos. Solo a partir de este año, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), concluyó que los derechos de la jueza fueron violados y el Estado se vio en la obligación de resarcir su error.
A pesar del estigma, muchos homosexuales tienen o adoptan hijos individualmente para poder hacer realidad el sueño de formar un hogar.  El problema central es que sus hijos, pese a que no sufren trastornos sicológicos, cargan con el peso de la desigualdad de derechos.  “Le pedimos al país que nos dejen gozar de nuestros derechos para acabar con los prejuicios que tanto daño nos han hecho” insistió un hombre de 32 años que desde hace siete años vive con su pareja y  actualmente crían a un niño en Bogotá.
Por Ahora, en países como Estados Unidos se dan pasos de gigante con series como Modern Family  pues más allá de mostrar sin tapujos la historia una pareja gay y su bebé adoptivo, revela cómo las familias formadas por homosexuales son núcleos socialmente integrados, algo que en Colombia  seguirá siendo utopía mientras estas uniones permanezcan en el anonimato, en la desigualdad y en el simbolismo, tal como el matrimonio celta de la alcaldesa de la localidad de Chapinero en Bogotá, Blanca Inés Durán.