viernes, 3 de septiembre de 2010

El precio de opinar

Eran las 7:30 de la noche, ella, mostraba al auditorio la página principal del diario El Nacional de Venezuela que publicaba en detalle varios cuerpos en la morgue de Bello Monte, Caracas. El pie de foto consignaba “Muertos sin dignidad”. En ese momento Le temblaba la voz, pero con indignación por la censura al diario, Milagros Socorro dejó clara su postura como periodista y como ser humano: “el día que yo vea lo que ocurre y no me remueva, ese día sabré qué es riesgo. La realidad de mi país no me es indiferente”. 

La situación de esta periodista venezolana no se aleja a la de otros columnistas que han asumido su rol bajo un constante riesgo manifestado en censuras,  amenazas, despidos o incluso  en la muerte, y ese es un precio que no todos están dispuestos a pagar, pues, más allá de informar, la opinión tensiona, denuncia, visibiliza y molesta, aunque siempre habrá algo encantador que nos lleve a ella.

Para no ir muy lejos, la columnista Claudia López  no solo tuvo que enfrentar su despido público  de El Tiempo cuando denunció las fallas periodísticas del medio, sino que, hoy por hoy  enfrenta una acusación por los delitos de injuria y calumnia luego de haber señalado a Ernesto Samper como uno de los responsables en la muerte de Elizabeth Montoya de Sarria, conocida como “la monita retrechera”. Quizás, llevar este pleito hasta las últimas instancias será la prueba reina de la convicción de Claudia sobre el rigor de la verdad, pues a su juicio, no es un privilegio del columnista, sino una exigencia.

Si de hablar de riesgos se trata, la periodista Catherine Lanseros sabe cómo dibujar el panorama de la opinión en Perú  donde la censura es por partida doble: Cuenta, que los ciudadanos  a pesar de conocer las denuncias de corrupción siguen creyendo hasta en los más falsos héroes, como Luis Valdez, ex alcalde de Pucallpa investigado y detenido por narcotráfico. Paradójicamente la censura promovida por los peruanos y la decisión del Jurado Nacional de Elecciones  de aceptar ahora su candidatura al municipio de la provincia de Leoncio Prado es la que lo llevará a una descarada victoria. Pero la censura no termina ahí. Desde 1997 existe un tribunal de ética dirigido por el Consejo de Prensa Peruana, pero su misión  ha sido sustituida por tribunales independientes que medios como La Primavera  han fundado para decidir qué informaciones y opiniones son comercial y políticamente correctas. A eso se resume la libertad de expresión.

Una tipología del riesgo llevaría a cada columnista  a creer en las palabras y las cifras del periodista y comentarista en México Sergio Muñoz, cuando dice que el medio más peligroso es el impreso (57%) y que Colombia es el quinto país en esa oscura lista de muertes y censuras. Los riesgos de opinar en todo el mundo son de tipo mortal, ominosos, legales y hasta éticos, pero las motivaciones para escribir pueden ser más grandes que eso.   “si la opinión no parte de la indignación  nacional cuando sucede algo, la columna será débil” decía  Sergio hace unos días en la Feria del Libro.

Si el periodismo de opinión se niega a ver y a nombrar con propiedad lo que ocurre en cada país habrá menos inquietudes, más cortinas humo y menos temas de qué hablar. Si no hay riesgo quizá opinar no sería el fruto más codiciado por los periodistas, pues más que informar, opinar es lo que más nos acerca a la verdad.

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